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¿Cuál es el costo invisible de la nube que está transformando las decisiones de los líderes?

martes, 15 de julio de 2025

Por Julio César Castrejón, Country Manager de Nutanix México

Desde fuera, un centro de datos es silencioso, sin ventanas, inmóvil. Pero tras esas paredes, un rugido constante de actividad impulsa nuestra vida digital. Con cada clic y consulta, algo invisible pero poderoso se construye. Los datos que impulsan nuestras vidas se alojan en racks de máquinas fuera de la vista y, con demasiada frecuencia, fuera de la mente. Calculamos el costo de TI en dólares, tiempo de inactividad y datos. Pero rara vez consideramos la métrica que podría ser más importante en los próximos años: las emisiones de carbono.
 
A menudo imaginamos la infraestructura digital como limpia, liviana e invisible. Sin embargo, en el momento en que un cliente accede a una aplicación y finaliza una transacción, se consume electricidad y se libera carbono. Si multiplicamos esto por millones de cargas de trabajo que se ejecutan continuamente en todo el mundo, el impacto se vuelve innegable.
 
Ahora, imagina a un director de tecnología observando dos centros de datos con la misma funcionalidad. Ambos cumplen con la normativa vigente. Ambos ofrecen el tiempo de actividad requerido. Pero uno opera en una región alimentada principalmente por energías renovables. Esa decisión, a menudo basada en el costo o la proximidad, también podría representar un paso significativo hacia el cero neto.
 
Nos acercamos a un futuro en el que será el momento de empezar a diseñar estrategias digitales teniendo en cuenta la sostenibilidad.
 
Las operaciones digitales tienen una huella física
El costo del carbono asociado a la gestión de cargas de trabajo ya no es solo una preocupación teórica. Para las empresas con objetivos públicos de sostenibilidad u obligaciones de cuidado del medio ambiente, es un factor de presión real y creciente.
 
Las aplicaciones y servicios modernos dependen de una extensa infraestructura de TI, y si bien los servicios digitales pueden no producir humo ni gases de escape directamente, los servidores que los respaldan sí consumen mucha energía. Los centros de datos son el núcleo de los ecosistemas digitales actuales, y se espera que su demanda energética siga creciendo. Según Goldman Sachs Research, el consumo de energía de los centros de datos podría aumentar en un 160% para 2030, lo que hace que la necesidad de opciones de infraestructura más eficientes y sostenibles sea aún más urgente.
 
Las empresas que buscan reducir sus emisiones suelen priorizar sus cadenas de suministro, edificios o políticas de viajes. Sin embargo, el centro de datos sigue siendo un punto ciego. Esto está empezando a cambiar.
 
Los líderes de TI pueden reducir las emisiones sin comprometer el rendimiento
La idea clave es que las emisiones no son fijas. Una misma carga de trabajo puede generar emisiones muy diferentes según dónde se ejecute y cómo esa región genere electricidad. Según lo que hemos observado en Nutanix, incluso pequeños cambios en la ubicación de las cargas de trabajo, en particular hacia regiones que utilizan energía más limpia, pueden generar ahorros reales de emisiones, sin afectar el diseño de las aplicaciones ni la experiencia del usuario.
 
De hecho, las organizaciones que utilizan el Estimador de carbono y energía de Nutanix, han descubierto que pequeños ajustes en la distribución de la carga de trabajo o en los patrones de utilización pueden generar ahorros significativos de carbono. Por ejemplo, trasladar una carga de trabajo de virtualización general con 200 máquinas virtuales (VM) de Polonia a Francia podría reducir las emisiones anuales estimadas de 34 toneladas métricas de CO₂ equivalentes (MTCO₂e) a tan solo 2 MTCO₂e.
 
Esto significa que el desempeño de las emisiones ahora puede considerarse, junto con el costo y la disponibilidad, como una consideración práctica en la estrategia de TI.
 
Más allá de la geografía, los equipos de TI también pueden reducir las emisiones al seleccionar proveedores de coubicación o de nube pública que operan con bajos costos. Trasladar ciertas cargas de trabajo a la nube pública, donde la infraestructura se optimiza a escala, puede contribuir a un ahorro significativo de carbono. Un estudio de Gartner sugiere que, en algunos casos, los proveedores de nube pública pueden producir entre un 70% y un 90% menos de emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) que las salas de servidores tradicionales, los centros de datos propios y las instalaciones de centros de datos de tamaño mediano.
 
Sin embargo, la nube pública no es la solución milagrosa para la sostenibilidad. Si bien ofrece simplicidad y escalabilidad, esto a menudo implica una pérdida de visibilidad y control, especialmente en lo que respecta a los informes de emisiones y el abastecimiento regional de energía. Para algunas organizaciones, la infraestructura local o en el mismo lugar puede ofrecer una mejor vía para la rendición de cuentas, incluso con la sobrecarga adicional de medición.
 
Gestión de todo el ciclo de vida
En Nutanix, observamos un creciente interés por parte de los clientes que buscan optimizar sus activos más allá del ciclo tradicional de renovación de cinco años, extendiéndose en algunos casos a siete años o más. La sostenibilidad suele ser una motivación clave, junto con la rentabilidad. A medida que la electricidad baja en carbono se generaliza en las redes globales, esperamos que más líderes de TI adopten un enfoque de impacto a lo largo de la vida al planificar su estrategia de centro de datos.
 
Un imperativo estratégico, no un proyecto secundario
Cada vez se reconoce más que la sostenibilidad no es solo un aspecto de la RSE. Se está convirtiendo en un requisito empresarial, desde las expectativas de los clientes hasta el escrutinio de los inversores. La presión regulatoria también está aumentando, ya que los gobiernos de todo el mundo exigen mayor transparencia en materia de emisiones.
 
Esto coloca a los CIO y CTO en una nueva posición, donde las decisiones de infraestructura deben alinearse con los compromisos climáticos. Y si bien no existe una solución única, un punto de partida práctico es preguntarse: ¿dónde se ejecutan nuestras cargas de trabajo y cuál es el coste ambiental de esa decisión?
 
Porque cada decisión digital ahora es una decisión ambiental. Solemos pensar que los esfuerzos de sostenibilidad se basan en cambios físicos: oficinas más ecológicas, iluminación más inteligente, flotas eléctricas. Pero las decisiones tomadas en una sala de juntas sobre la estrategia en la nube, la residencia de datos y la arquitectura de la infraestructura pueden tener el mismo peso.
 
El camino hacia las cero emisiones netas no se construirá solo con promesas. Se construirá mediante miles de pequeñas decisiones basadas en datos, como trasladar una carga de trabajo a una región más limpia o consolidar recursos infrautilizados. Estos no son cambios glamorosos, pero son poderosos. Y en la carrera por reducir las emisiones, podrían ser los más importantes.


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